Uno de los objetivos clave de los bancos centrales para garantizar la estabilidad financiera es evitar que el precio de la vivienda se desvíe de sus fundamentales, especialmente en este momento en el que la inflación es la más alta en mucho tiempo.
El mercado inmobiliario acumula varios años de subidas de precios y aumento de las operaciones de compraventa.
Los precios de las viviendas de segunda mano subieron un 2,4% en el primer trimestre de 2022 respecto al trimestre anterior, lo que supone un aumento interanual del 8,2%.
Por su parte, las obras nuevas incrementaron su precio un 3,2% el mismo trimestre, siendo su aumento interanual del 10,1%, la subida más alta en tres años.
Esta escalada continuada del precio, unida a la inflación, hace que el mercado de la vivienda esté sobrevalorado y necesite ajustarse.
En este momento ya se está viendo una desaceleración, pero no significa que vayamos a llegar a niveles de 2008 ni mucho menos. De hecho, pese a que los precios de las viviendas empiecen a disminuir, la mayoría de los vendedores todavía van a obtener importantes ganancias.
Eso sí, los propietarios que quieran vender su vivienda deben ajustar el precio a la nueva realidad.
Si decidiesen esperar para vender con la esperanza de no tener que rebajarlo, podrían estar perdiendo una parte importante del valor de la vivienda o incluso arriesgarse a no vender.
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